Las semillas se han consumido en países como Turquía y Siria desde hace más de 8.000 años.
Desde entonces, se han caracterizado por ser alimentos muy demandados que albergan nutrientes importantes para nuestro organismo, ya que son ricos en fibra, proteínas y grasas saludables.
La falta de fibra es la principal causa de enfermedades como estreñimiento, cáncer de colon e, incluso, enfermedades cardiovasculares.
La deficiencia de proteínas se asocia con problemas digestivos, y las grasas saludables cumplen funciones vitales para almacenar energía. Por ello, es fundamental incorporar semillas a nuestra dieta para mantenernos saludables.
Sin embargo, y debido a que muchas personas no conocen la mejor forma de obtener sus beneficios, mencionaremos las diferencias de cómo se comercializan y, por lo tanto, reconocerás la manera adecuada de incluirlas en tus comidas cotidianas teniendo en cuenta tus necesidades.
Índice de contenidos
Semillas enteras y semillas molidas
Hay dos formas de consumir semillas: enteras o molidas. En ambos casos, existen grandes diferencias que van más allá de su aspecto.
La principal función de las semillas enteras (chía o lino) es aportar fibra, con un doble beneficio. Su aporte calórico es casi nulo, lo que aumenta la saciedad en el organismo.
Estas características mejoran y regulan nuestro tránsito intestinal, sin embargo, es difícil de consumir por su diminuto tamaño y su cáscara exterior.
Las semillas molidas proporcionan la misma cantidad de fibra, pero también “liberan” las propiedades internas de cada tipo de semilla.
Al molerlas finamente, hacemos que lo “difícil de consumir” sea más fácil de absorber y digerir.
Es precisamente por el efecto de trituración que los sacamos de su caparazón protector y tratamos que las propiedades que se esconden en su interior sean más fáciles de obtener.
Por ejemplo, podemos aprovechar sus excelentes poderes antiinflamatorios, antioxidantes o el aporte nutritivo de calcio, hierro, vitaminas y oligoelementos.
Otra ventaja de triturarlas es que podemos rescatar su abundancia en proteínas vegetales para conseguir una mejor ayuda en la regeneración de nuestros músculos y tejidos.
Las semillas de chía, calabaza y lino son las más poderosas. Las semillas de chía aportan hierro, folato, ácidos omega-3 y fibra soluble. Además, tienen propiedades laxantes.
La calabaza incrementa tus niveles de hierro, zinc, vitamina B, magnesio y proteínas, y ayuda a disminuir los niveles de ansiedad.
Finalmente, las semillas de lino son ricos en fibra, magnesio, vitamina B1 y ácidos grasos omega-3.
Cómo incorporar semillas molidas a nuestra dieta
Debido a que su presentación es más sencilla, ¡se pueden espolvorear en cualquier plato! Para aquellos que no tienen un multiprocesador o molinillo, pueden utilizar morteros caseros para triturarlas.
Si no tienes mucho tiempo para realizar este proceso, puedes comprar las semillas molidas y luego guardarlas en frascos de vidrio o incluso en la nevera para extender su vida útil.
En este caso, es importante asegurarse de que se elimine toda la humedad del recipiente para evitar la oxidación.
No olvides que a través del blog Apréndete también tendrás la oportunidad de conocer los múltiples beneficios del kéfir para la salud.
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